La Ciudad
Publicado: Vie Jun 22, 2012 3:41 pm
Hace unos años estuve en Córdoba por un Congreso y acompañé a una amiga a visitar a sus tíos. La casa estaba en un pequeño barrio cerrado, dentro del ejido urbano cordobés, pero bastante lejos del centro. Me sorprendió enormemente ver que el barrio cerrado - a diferencia de los countries que yo conocía en Rosario o BsAs - era de clase media: casas lindas pero no ostentosas, autos comunes, familias que apenas arañaban el anhelado segmento ABC1. El barrio en sí no era más que una manzana grande, enrejada, con 30 a 40 casas, una plaza sencilla y espacio abundante para estacionar autos.
Lo supuse una excepción, pero mis anfitriones me confirmaron que era una tendencia creciente en Córdoba: para escapar a la inseguridad y el caos del centro cordobés, hace años que la clase media huía a estos barrios en las afueras.
Algo similar estoy notando en Capital Federal, una ciudad que es cada vez más el dominio de una pujante clase alta y una creciente clase baja: el censo 2010 mostró que en la primer década del siglo el crecimiento poblacional porteño fue de 4% (vs 10% de Argentina), con la mitad de ese crecimiento concentrado en Puerto Madero, el microcentro y las villas-miseria. Las áreas "clase-media" (difíciles de discernir, lo aproximé con las comunas 3, 5, 6, 11 y 15) crecieron en total menos del 2%.
¿Adónde se fue el resto de la gente? Pues afuera de la ciudad, lejos, obligadas a viajar largas distancias cada día desde sus hogares en barrios cerrados o semi-cerrados. Los motivos que enuncian los nuevos exiliados conforman un circulo vicioso: "quiero que mis hijos puedan jugar en la calle" y "me harté del caos, el ruido, el smog" dicen quienes manejan un auto cada día 5, 10 o 20km hasta su trabajo. "La calle se siente insegura" opinan quienes dejaron de caminar esas calles, haciéndolas así más inseguras. "Me gusta vivir con verde", afirman quienes ya no pasean sus perros por las plazas y parques públicos.
Y así es como sólo quedan en la ciudad aquellos que pueden pagar los precios de compra o alquiler en los departamentos resguardados por la seguridad privada, casualmente ubicados en zonas con mucho verde y calles tranquilas, y aquellos que nada tienen para perder y que construyen su vivienda donde pueden.
Todo esto trae como consecuencia la privatización del espacio público, el decaímiento de plazas y parques, la mayor necesidad energética para transporte, y una polarización creciente entre las clases sociales. La ciudad se fragmenta y pierde su mayor virtud: la de unir azarosamente a millones de personas diferentes en un espacio donde se potencia la cultura, el comercio y las relaciones humanas en general.
Les dejo el link al breve artículo que leí sobre Córdoba que me hizo recordar mi experiencia allá y motivó estas líneas. El que lo lea, seguro pensará en el proceso similar que comenzó hace cinco años en Roldán y Funes, y que promete llevar a decenas de miles de familias jóvenes rosarinas de clase media a los nuevos barrios en el conurbano rosarino. Así que dejo picando el interrogante: ¿cómo hacemos para que este fenómeno no se repita/profundice en Rosario?
Lo supuse una excepción, pero mis anfitriones me confirmaron que era una tendencia creciente en Córdoba: para escapar a la inseguridad y el caos del centro cordobés, hace años que la clase media huía a estos barrios en las afueras.
Algo similar estoy notando en Capital Federal, una ciudad que es cada vez más el dominio de una pujante clase alta y una creciente clase baja: el censo 2010 mostró que en la primer década del siglo el crecimiento poblacional porteño fue de 4% (vs 10% de Argentina), con la mitad de ese crecimiento concentrado en Puerto Madero, el microcentro y las villas-miseria. Las áreas "clase-media" (difíciles de discernir, lo aproximé con las comunas 3, 5, 6, 11 y 15) crecieron en total menos del 2%.
¿Adónde se fue el resto de la gente? Pues afuera de la ciudad, lejos, obligadas a viajar largas distancias cada día desde sus hogares en barrios cerrados o semi-cerrados. Los motivos que enuncian los nuevos exiliados conforman un circulo vicioso: "quiero que mis hijos puedan jugar en la calle" y "me harté del caos, el ruido, el smog" dicen quienes manejan un auto cada día 5, 10 o 20km hasta su trabajo. "La calle se siente insegura" opinan quienes dejaron de caminar esas calles, haciéndolas así más inseguras. "Me gusta vivir con verde", afirman quienes ya no pasean sus perros por las plazas y parques públicos.
Y así es como sólo quedan en la ciudad aquellos que pueden pagar los precios de compra o alquiler en los departamentos resguardados por la seguridad privada, casualmente ubicados en zonas con mucho verde y calles tranquilas, y aquellos que nada tienen para perder y que construyen su vivienda donde pueden.
Todo esto trae como consecuencia la privatización del espacio público, el decaímiento de plazas y parques, la mayor necesidad energética para transporte, y una polarización creciente entre las clases sociales. La ciudad se fragmenta y pierde su mayor virtud: la de unir azarosamente a millones de personas diferentes en un espacio donde se potencia la cultura, el comercio y las relaciones humanas en general.
Les dejo el link al breve artículo que leí sobre Córdoba que me hizo recordar mi experiencia allá y motivó estas líneas. El que lo lea, seguro pensará en el proceso similar que comenzó hace cinco años en Roldán y Funes, y que promete llevar a decenas de miles de familias jóvenes rosarinas de clase media a los nuevos barrios en el conurbano rosarino. Así que dejo picando el interrogante: ¿cómo hacemos para que este fenómeno no se repita/profundice en Rosario?